La Nueva España – Joaquín Lorences
El sector tecnológico se está convirtiendo en un factor de localización clave para las nuevas actividades que se caracterizan por ser mucho más dependientes del conocimiento como factor productivo y, por supuesto, también para las empresas actuales, como vía de mejora de su nivel de competitividad. La mayor dependencia del conocimiento del sistema productivo se debe a dos razones esenciales. En primer lugar, a que los cambios tecnológicos son cada vez más frecuentes y su asimilación por parte de las empresas y la adaptación consecuente exige conocimientos especializados e interdisciplinares que las pequeñas y medianas empresas, que son la inmensa mayoría, no pueden generar individualmente por su elevado coste. Y, en segundo lugar, la internacionalización creciente de la economía conlleva tanto la intensificación de la competencia en los mercados locales o habituales como la necesidad de acceder a otros nuevos, con agentes económicos diferentes que hay que estudiar y conocer profundamente antes de intentar posicionarse en ellos.
Esas dos fuerzas impulsan la transformación del conocimiento en un condicionante decisivo de la localización de las nuevas iniciativas empresariales, sobre todo en las actividades manufactureras que son las más abiertas a la competencia. Esencialmente, se puede afirmar que la accesibilidad al conocimiento se perfila como un condicionante decisivo de la localización empresarial tan relevante como han sido hasta ahora las comunicaciones físicas o la proximidad a los grandes mercados.
La concentración. En este punto, es muy importante tener en cuenta la experiencia internacional y también la particular de España, que revelan la existencia de una fuerte tendencia a la concentración de las empresas tecnológicas en determinados espacios geográficos. Concretamente, Madrid y Cataluña concentran ya el 56% del empleo de los servicios avanzados. Esta tendencia tiene una razón clara y es la existencia de importantes economías externas positivas ligadas a las actividades tecnológicas y que solamente se pueden aprovechar mediante la proximidad física entre ellas formando conglomerados. Por ejemplo, para los profesionales más cualificados es más atractivo trabajar en aquellas regiones con alta densidad de empresas tecnológicas ya que, lógicamente, la proximidad propicia la competencia entre las empresas por los mejores profesionales lo que, a su vez, se traduce en mejores ofertas de condiciones de trabajo y de carrera profesional. Además, la concentración de mano de obra cualificada, en determinadas localizaciones, facilita la actualización de sus conocimientos e incluso el reciclaje o reorientación profesional. Obviamente, todo esto lo saben las empresas tecnológicas y por ello prefieren localizarse en estas zonas donde la oferta de capital humano es más amplia y los procesos de selección y contratación son menos costosos.
Consecuentemente, la concentración geográfica de los servicios tecnológicos no se puede obviar ya que puede frustrar cualquier esfuerzo de atracción de nuevas empresas para la región basadas en los instrumentos clásicos. Por esta razón, se requiere el protagonismo activo de la Administración en la implementación de nuevas políticas dirigidas a crear las condiciones adecuadas para que el sector tecnológico crezca hasta alcanzar el tamaño crítico que le permita progresar autónomamente.
El impulso público. En este sentido, también son muy ilustrativas las experiencias internacionales y de las regiones españolas más avanzadas, que muestra como las administraciones públicas han desempeñado un papel determinante en propiciar el despliegue de las actividades tecnológicas de muy diferentes formas. Por ejemplo, facilitando su financiación, tanto para el establecimiento como para el funcionamiento, en condiciones adecuadas, ya que el elevado riesgo diferencial que caracteriza los proyectos de estas empresas limita su acceso al sistema crediticio convencional; otro ámbito donde se hace insustituible la intervención decidida de la Administración es en la ampliación de la integración del sistema educativo en el sistema productivo.
Todas las regiones españolas y países más avanzados tecnológicamente se caracterizan por haber conseguido integrar el sistema universitario y de formación profesional en el sistema productivo en mayor grado que las economías más retrasadas. Adicionalmente, las administraciones también han jugado un papel crucial en el despegue de los servicios avanzados al convertirse en su principal cliente en las fases embrionarias o iniciales, lo que, no solamente redundó en la mejoría de la eficiencia administrativa, sino que se tradujo en un eficaz efecto demostración que animó a otros agentes a demandar tales servicios. En este sentido, hay mucho margen de mejora para la actividad dinamizadora que puede realizar la Administración en una región como Asturias donde el gasto total en I+D no alcanza el 1% del PIB, lo que nos sitúa en la decimotercera posición entre las comunidades españolas y donde la Administración asturiana gasta menos que el sector privado.
La educación. La educación de la población es otro ámbito de actuación insustituible de la Administración ya que el nivel educativo es uno de los principales condicionantes del progreso tecnológico de cualquier economía. Paradójicamente, en Asturias se dan simultáneamente con especial intensidad los aspectos más negativos y positivos que se derivan de la estructura educativa. Concretamente, la estructura educativa de la población comprendida entre los 25 y 65 años se caracteriza por un peso excesivo del nivel educativo más bajo, de los tres en los que se suelen utilizar para comparaciones internacionales –Nivel I: Obligatorios o menos; Nivel II: secundaria no obligatoria y FP media; Nivel III: FP superior y Universidad–, en detrimento del segundo nivel que es el más frecuente en la Unión Europea. En Asturias el peso de cada uno de estos tres niveles es el siguiente: 33%; 24% y 43%, respectivamente, en 2018. A nivel nacional: 40%; 23%; 37%. En el conjunto de la Unión Europea, 22%; 46%; 32%. Como se puede observar, la diferencia más significativa entre el patrón asturiano (también en el caso del conjunto del país) con relación al europeo es el mayor peso del nivel inferior y el menor del nivel intermedio, ya que en estudios terciarios incluso se supera la media europea.
Más concretamente, Asturias es la quinta, entre las comunidades españolas donde menos frecuentes son las personas menos formadas, después del gran esfuerzo realizado durante los últimos diez años, gracias al cual se redujo su ponderación en 14,5 puntos porcentuales, la mayor reducción registrada entre todas las regiones. No obstante, el peso de este segmento de población del Nivel I aún es muy superior al de los países más próximos: En Alemania es del 13%; en Irlanda, del 17%, y en Reino Unido y Francia, del 20%. En conclusión, la amplitud y calidad del sector tecnológico y, en particular, de los servicios avanzados a las empresas se está convirtiendo en un factor decisivo en la localización de nuevas actividades productivas mucho más intensivas en conocimientos que las dominantes en la actualidad. De tal forma que el desarrollo de este sector debe constituir el núcleo de cualquier política industrial orientada al crecimiento regional. En esta dirección el protagonismo de la Administración es insustituible máxime en unas circunstancias como las actuales donde el retroceso de las manufacturas y del sector energético está deprimiendo la demanda del sector tecnológico.
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